Día de los Santos y Difuntos: así se celebra esta tradicional festividad en las regiones

Por Luis Zuta Dávila

La celebración del Día de los Santos y los Difuntos adquiere en cada región del Perú un cariz muy especial basado en tradiciones y costumbres que otorgan a esta festividad de carácter esencialmente religioso y cultural una ocasión para rendir homenaje y recordar con especial cariño a los seres queridos que partieron al encuentro de Dios y cuyos restos reposan en los cementerios.

El 1 de noviembre se celebra el Día de todos los Santos en recuerdo de los todos aquellos beatos y santos de la Iglesia que no cuentan con un día específico para venerarlos en el santoral, mientras que el 2 de noviembre es la conmemoración de los difuntos, especialmente de los familiares que ya dejaron este mundo.

A continuación, demos un vistazo de cómo se celebra el Día de los Santos y Difuntos en algunas regiones del Perú:

Arequipa

En esta icónica región del sur peruano, la festividad de Todos los Santos y Todos los Difuntos se celebra acudiendo a los cementerios, portando flores, fotografías y otros presentes para rendir homenaje a los parientes o amigos que fallecieron y cuyos restos están sepultados allí.

Como parte de esta celebración, las familias arequipeñas llevan a cabo la “Fiesta de las guaguas y mazapanes”, a través del bautizo de las “guaguas” o panes dulces con forma de recién nacido, y la “Ofrenda para los difuntitos”. En la primera se suele recrear un bautizo de una guagua que es obsequiada por un varón a una amiga o amigo.

El compañero que recibe la guagua debe elegir a los padres, padrinos y al sacerdote que bautizará a la guagua, además de organizar toda la ceremonia, donde se comparten bebidas y comida para fortalecer los vínculos de amistad entre los designados a ocupar los cargos ficticios y el resto de familiares o amigos invitados.

Por su parte, en la “Ofrenda para los difuntitos”, cientos de arequipeños visitan los camposantos de la ciudad para visitar a familiares y amigos que dejaron de existir. Las guaguas y mazapanes que llevan son compartidos entre todos los presentes.

Piura

En esta emblemática región del norte peruano, la población celebra esta festividad con las tradicionales “velaciones” y acude a los camposantos de noche para visitar los nichos de sus familiares y amigos fallecidos y orar por su eterno descanso en presencia del Señor.

En las velaciones la costumbres es encender velas y realizar oraciones y cánticos.

El nombre “velaciones” responde a una antigua costumbre de los visitantes a los cementerios, quienes al acudir de noche portan velas y cirios de cera o parafina, que encienden para iluminar la lápida que identifica a su familiar fallecido. La visita nocturna a los camposantos está autorizada por las autoridades durante esta celebración especial, que tiene un gran arraigo en Piura.

Durante esta permanencia nocturna de público los habitualmente oscuros panteones lucen iluminados totalmente con las velas que portan los visitantes, quienes también recitan oraciones y entonan cantos que eran del agrado del pariente o amigo cuando se encontraba entre los vivos.

En esta tradicional estancia nocturna los visitantes dialogan rememorando dentro de sus relatos al ser querido que murió, destacando los recuerdos alegres, anecdóticos o nostálgicos, pues con ello se busca tenerlo o tenerla presente en todo momento.

En algunos cementerios de Piura, especialmente en las ciudades, se reemplazan las velas por focos ya que permiten que las personas permanezcan en el lugar hasta altas horas de la noche e incluso la madrugada, un cambio con el que algunos tradicionalistas no están de acuerdo.

En los cementerios de la ciudad de Piura las velas son reemplazadas por focos que permiten a los visitantes pasar más horas.

Sin embargo, para este año el directorio de la Beneficencia de Piura, que tiene a su cargo la administración de los cementerios públicos Miguel Arcángel y San Teodoro, que son los más concurridos de la ciudad, resolvió que se suspenda el alumbrado eléctrico por motivos de fuerza mayor durante el 1 y 2 de noviembre. De esta forma, las velaciones se realizarán solo con velas, a la manera tradicional. Asimismo, se celebrarán servicios religiosos y misas de difuntos cada hora desde las 08:00.

De acuerdo con la tradición piurana, el 1 de noviembre se recuerda a los niños fallecidos o angelitos y se acostumbra regalar dulces a los niños que tienen la misma edad del infante fallecido a quien se le recuerda con alegría. En tanto, el 2 de noviembre, Día de los Muertos, los pobladores velan a los adultos.

Asimismo, en los exteriores de los camposantos se levantan ferias gastronómicas donde se ofrecen diversos platos típicos para deleitar los paladares de los miles de concurrentes.

Cajamarca

Los cajamarquinos celebran esta festividad con mucha tradición y devoción mediante visitas a los cementerios portando ofrendas, coronas florales, agua bendita y organizando rituales religiosos donde se entonan cantos y diversas acciones que gustaron en vida a sus familiares difuntos.

Esta celebración tradicional es más acentuada en la zona rural. Los días previos se preparan las comidas y se visitan los cementerios para limpiar y arreglar las tumbas para los rituales religiosos y demás acciones se realicen con toda normalidad.

Un acto importante en la celebración de Todos los Santos son las ofrendas. Tradición que consiste en colocar todos los alimentos, dulces, frutas y licor que fue fueron los preferidos de los seres que ya dejaron este mundo en una mesa, la que se coloca en una habitación de la casa minutos antes de la medianoche del 1 de noviembre. En esta especie de altar se prenden velas y se coloca una cruz, y nadie ingresa a este lugar hasta el segundo día. También se
esparce ceniza en el piso para observar en la mañana si el difunto llegó a consumir los alimentos.

Las ofrendas se colocan porque en la población cajamarquina existe la creencia que en la medianoche del 1 al 2 de noviembre los difuntos piden permiso en el cielo y bajan a la tierra en espíritu para disfrutar de sus alimentos preferidos.

En algunos lugares, las ofrendas se dejan delante de las tumbas desde la medianoche hasta el siguiente día, encendiendo velas alrededor de la comida y alejándose todos del cementerio para que las almas lleguen y saboreen sus alimentos preferidos y disfruten se sus bebidas que más gustaron en vida.

En estas ofrendas no pueden faltar, además de las comidas, frutas y bebidas, los tradicionales bollos que son horneados con harina y chancaca, moldeados en forma de niños, además de carneritos, toritos, caballitos, muñequitas y demás formas creativas que deseen los familiares, adornados con masas de colores, frutillas y dulces. También se preparan tapitas de dulce a manera de ofrendas junto a otros populares postres.

Una tradición que aún persiste en algunas familias y en algunos pueblos de Cajamarca es el llamado “Bautizo de bollos”, que consiste en que personas adultas elegidas como “compadres” eligen un pan con figura de un niño o niña, al que se llama “bollo” y se le bautiza como si se tratase de un menor de edad. En algunos casos el bautizo de los bollos se realiza con la presencia de un sacerdote.

Cusco

En la Ciudad Imperial y otras provincias de Cusco se acostumbra a realizar, el 1 de noviembre, una reunión familiar en la que se almuerza lechón acompañado de tamales de maíz prepararlos en casa en hornos de barro y a leña.

El 2 de noviembre las personas llegan a los diferentes cementerios donde las familias llevan ofrendas como flores y diversas comidas que eran del gusto del difunto, ofrecen oraciones, serenatas, canciones y la conocida tanta wawa y los “caballos” que son panes en forma de bebé y de equino, los cuales son colocados sobre la tumba de los difuntos.

Lambayeque

En esta región norteña se escenifica el “Sepelio Muchi”, que consiste en que mujeres cubiertas con una vestimenta completamente negra expresan el sentimiento de dolor y tristeza ante la muerte de un familiar.

Por su parte, los hombres, también acongojados, empiezan con la “sepultura”. Este ritual es muy tradicional, por lo que convoca a muchas familias que con estas manifestaciones costumbristas rinden homenaje a sus seres queridos que partieron de este mundo.

Huancavelica

En esta región del sur andino peruano, especialmente en el distrito de Lircay, en la provincia de Angaraes, además de visitar los cementerios y recordar a los que ya no están, se realizan concursos de “Tatas wawas” o panes dulces en forma de niños.

Asimismo, se lleva a cabo una feria gastronómica donde se degustan los tradicionales platos típicos de la zona.

Junín

En esta región de la sierra central existe una tradición muy particular para celebrar esta festividad. Las familias que acuden al cementerio de Chongos Bajo, distrito de la provincia de Chupaca, región Junín, portando cráneos como parte del ritual tradicional denominado Tullupampay.

Esta ceremonia forma parte del sincretismo religioso y que surgió tras la llegada de los conquistadores españoles al valle del Mantaro, según algunos sociólogos e historiadores que han escrito sobre este tema.

Las mujeres, en su mayoría de avanzada edad, son las que dedican mayor cuidado a esta práctica ancestral y guardan sus cráneos en cajas de madera en sus viviendas. El Día de los Santos y Difuntos las llevan a la misa que se realiza tradicionalmente en el corredor principal del camposanto.

Puno

En esta región del altiplano peruano se acostumbra armar un altar llamado “Tómbola”, donde se colocan los manjares que más le agradaban al difunto en vida. También se coloca un vaso con agua, dado que existe la creencia popular que las almas llegan sedientas, las deliciosas tanta wawas o panes con forma de bebé, galletas, frutas, los panes en forma de sol para que iluminen el camino de retorno del alma, así como el pan en forma de luna y la escalera que sirve para que puedan bajar las almas y los ángeles que los acompañan en su recorrido.

En la provincia de Yunguyo, el 1 de noviembre las personas hacen volar cometas y cuando alcanzan su mayor altura en el cielo las bajan con la creencia de que al hacerlo también desciende el alma del ser querido que falleció para ofrecerle las ofrendas que se colocaron sobre la mesa para los difuntos.

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